LA LLAMA

  Nombre real: No tiene
  Ocupación: No tiene
  Base: Cordillera de los Andes
  Altura: 2 m.
  Peso: Sin información.
  Ojos: Brillantes
  Cabello: Pelaje marrón
  Poderes y habilidades: Fuerza sobrehumana. Generación, manipulación y absorción de fuego a voluntad. Puede rematerializarse como una entidad sólo de luz y llamas.


En las alturas de la sierra central, se alzaba una montaña escarpada, muy respetada por los pueblos aledaños. Desde tiempos ancestrales, la costumbre era que nadie se le acercara por temor a despertar al "espíritu" que allí habitaba. Las leyendas contaban que en las entrañas del monte yacía un tesoro de incalculable valor, pero todos los que se aventuraron a buscarlo jamás regresaron.


Un día, rompiendo la paz de la montaña, llegaron vehículos y maquinarias de la transnacional KEI CORP, una corporación sin escrúpulos, decidida a extraer los recursos ocultos bajo la roca. Los habitantes de las cercanías advirtieron a los mineros que algo terrible podría suceder si despertaban al espíritu de la montaña. Pero sus advertencias cayeron en oídos sordos, y los trabajos iniciaron sin demora.


Durante los primeros días, los obreros excavaron, ajenos al peligro que acechaba bajo sus pies, pero todo cambió cuando comenzaron a detonar cargas explosivas en las laderas. Con la primera tanda de explosiones, un temblor inesperado sacudió la tierra durante varios minutos, dejando a los obreros en estado de shock. De repente, la tierra se abrió, liberando una bocanada de fuego y rocas que fueron expulsadas violentamente desde las profundidades.


Del corazón de la montaña emergió el espíritu, envuelto en llamas y con una apariencia animal. Sus ojos, inyectados de luz, brillaban con una ira ancestral. Este ser, conocido como La Llama, desató su furia sobre el campamento minero, lanzando rayos de fuego que arrasaron todo a su paso. Los gritos de los obreros se extinguieron rápidamente bajo el poder devastador de La Llama. Nadie sobrevivió al ataque.


El pueblo, observando desde la distancia, temía lo peor. Sin embargo, La Llama no extendió su castigo a los habitantes locales. En lugar de eso, el espíritu se mantuvo rondando las cordilleras, vigilante y protector de su hogar. Los valiosos secretos ocultos en la roca profunda seguían seguros bajo su feroz custodia. La Llama, con su presencia imponente y su furia ardiente, se convirtió en el guardián de la montaña, una figura temida y respetada por todos.


La Llama no solo protegía la montaña, también podía materializarse como una entidad de luz y llamas, desapareciendo y apareciendo en cualquier lugar de la cordillera en un instante. Esta habilidad le permitió mantener a raya cualquier amenaza que se acercara a su sagrado dominio.


La noticia del ataque de La Llama se esparció rápidamente. Los pueblos cercanos contaban la historia con reverencia y temor, sabiendo que la montaña estaba protegida por una fuerza indomable. La leyenda del espíritu se fortaleció, recordando a todos que algunas fuerzas no deben ser provocadas.

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